viernes, julio 31, 2009

ZAPATERO MIENTE



Ya sé que no estoy diciendo nada nuevo con lo de que Zapatero miente, ya que los socialistas son los inventores de la mentira, del engaño al pueblo, hasta el punto que los propios integrantes del PSOE se las creen de tanto repetirlas.

ZP y demás socialistas, al igual que el PP, nos dicen que ETA no tiene capacidad para atentar o matar. Pues menos mal, pues de tenerla dónde estaríamos ahora. Lo peor de todo, como siempre, es que el pueblo se lo cree todo.

Con el atentado del 11-M dijeron que no podía ser ETA, porque les favorecía de cara a las elecciones y por que según los socialistas ETA siempre avisa de la colocación de artefactos explosivos. Según ZP y compañía el responsable fue Al-Qaeda.
En el 11-M no hubo aviso, al igual que tampoco lo ha habido en estos dos últimos atentados contra quienes nos protegen, la Guardia Civil. De ahí que según la lógica empleada por los que están destruyendo España, los socialistas, los atentados no serían obra de ETA sino de Al- Qaeda. Pero claro ahora les conviene que sea ETA, no vaya a ser que se joda la alianza de civilizaciones de “nuestro querido presidente”.

Para colmo ZP pide a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que extremen las medidas de vigilancia, cuando el mismo no dota de medios legales (una ley antiterrorista en condiciones) y materiales (como cámaras de vigilancia en los cuarteles de la Guardia Civil) al poder judicial y a dichas fuerzas para acabar con ETA.

También nos dice ZP que los terroristas no tienen posibilidad de esconderse. Pues vaya, si están controlados y no tienen capacidad para matar, ¿Cómo coño han matado a nueve personas desde el final de la tregua en 2008?

Todos sabemos que uno de los partidos que apoyaban a ETA contra España en la época del General Franco eran los socialistas, e incluso parte de la chusma de ETA se pasó después al partido socialista, como por ejemplo Mario Onaindia Natxiondo o Patxi Iturrioz.

Como bien dice mi camarada Txiripitiflautiko “Ahora comenzará el coro farisaico de los que mantienen el sistema que hace posible el auge del separatismo. Invocarán su nauseabunda "unidad de los demócratas" y demás pamplinas políticamente correctas para anestesiar a la opinión pública. Mientras no tengamos el pundonor y la gallardía de responder a los etarras y cómplices peneuveros en su propio lenguaje no terminaremos con esta infamia”.

miércoles, julio 29, 2009

ETA = HIJOS DE PUTA

Una bomba de ETA deja 65 heridos en un cuartel de la Guardia Civil en Burgos.

El museo desaparecido



Paso a menudo junto al antiguo museo del Ejército, cerca de la Real Academia Española, y cada vez siento la misma desolación al ver sus puertas cerradas. Uno de los más espectaculares museos de historia de España que conocí ya no existe. Kaputt. Me lo robaron. Le debo el favor definitivo al ex presidente Aznar, al ex ministro Trillo y al Pepé, entonces en el gobierno. Pasándose por el arrogante forro todas las protestas y argumentos razonables, esos individuos echaron el cierre al recinto para trasladar su contenido al Alcázar de Toledo. Les hacía más ilusión tenerlo allí todo junto, supongo. Alcázar, militares, ejército. Las hordas rojas. Etcétera. Dando, de paso, nuevos argumentos a los imbéciles que sostienen que en España la memoria es de derechas, y que la historia militar se la inventó el franquismo. Hay que joderse.

En fin. Con lo del museo me alegro por los toledanos, que así lo tienen a mano. Mejor para el turismo local. Pero a mucha otra gente nos queda lejos, y Madrid ya no tiene museo del Ejército. Ésa es la fetén. En cuanto a lo que haya ocurrido con los riquísimos fondos que el viejo lugar contenía, lo comentaré con ustedes cuando inauguren el nuevo. Y lo vea despacio. Aunque, como devoto del museo antiguo –ese concepto romántico y abigarrado, donde cabía todo–, barrunto que la puesta al día, moderna, luminosa y tal, se cobrará daños colaterales. Mucha misión humanitaria y poca guerra, ya me entienden. Paz por un tubo. Como si tres mil años de historia, con los españoles dándole cebollazos a los de afuera, o dándoselos entre sí, pudieran borrarse con buenas intenciones.

Y no sólo eso. Me cuentan que los textos que acompañarán a las piezas, cuando hacen alusión a España como esfuerzo común de una nación –imaginen si ahí debería haber unos cuantos–, están siendo mirados con lupa, a fin de no ofender sensibilidades ni doctrinas pacíficas al uso. Toda referencia a hechos que contradigan la diversidad plurinacional y plurimorfa de este pluriputiferio nuestro se camufla o adoba de modo conveniente. O se intenta. Como la Guerra de Sucesión y Felipe V, por ejemplo, por algunos de cuyos aspectos pasaremos de puntillas. O la actuación de los voluntarios catalanes y vascos que combatieron bajo las órdenes del general Prim en la guerra de Marruecos. Delicadísimo asunto ese, por cierto. Guerra colonial donde las haya, muy políticamente incorrecta. Y con moros, además. Por no hablar del desembarco de Alhucemas, cuando la dictadura de Primo de Rivera. Y de la Legión y Melilla, comandantes incluidos –tengo curiosidad por ver cómo se resuelve eso–. Y de la Guerra Civil, con toda una España republicana buena y solidaria frente a unos pocos nacionales malos y peinados con gomina. Etcétera.

Pero la cosa no queda sólo en Toledo. O no va a quedar. Ahí está el caso escandaloso del Museo Naval de San Fernando, Cádiz, cuyas nuevas instalaciones han costado tres millones de euros; y que, cuando todo estaba listo para trasladar el museo viejo al lugar adecuado, digno de la antigua isla de San Carlos y de su historia, el ministerio de Defensa lo ha puesto patas arriba, instalando en el nuevo recinto, como si no hubiera otras instalaciones militares cerca, a la infantería de Marina, y dejando la colección en donde estaba. Pero aún puede ser peor. Tal es el caso de ciertas ideas, o tentaciones, sobre una renovación del Museo Naval de Madrid, afortunadamente aplazadas. Y digo afortunadamente porque una cosa es reformar y actualizar, y otra aprovechar el barullo para descafeinar el asunto, adecuándolo a la doctrina de turno. Me aterra pensar en lo que ese magnífico museo podría convertirse, una vez pasado por la criba de lo políticamente correcto. Por el titular de telediario y la foto en primera página. Hay quien opina, en Defensa, que el Museo Naval tiene demasiado contenido bélico y conviene rebajarle un poco el nivel, dando más relieve a las exploraciones y a los avances científicos que tanto debieron a los marinos ilustrados y cartógrafos españoles. En eso estoy de acuerdo, pues sólo los nombres de Jorge Juan y Antonio de Ulloa o la expedición de Malaspina merecerían espacios monográficos. Pero también es cierto que la historia naval española está llena de hechos de armas –el mar era un continuo batallar– y eso no hay pacifismos mal entendidos ni buen rollito que lo borren. Conociendo el ganado, temo que una actualización de ese bellísimo museo terminaría alterando conceptos históricos fundamentales para adecuarlos al canon oficial de esta España Que Nunca Existió, en la que tanto golfo y tanto imbécil medran a sus anchas. Dense una vuelta por el desaparecido museo militar de Montjuic –futuro museo de la Paz– o por el naval de las Atarazanas de Barcelona, moderno y muy bien concebido en lo formal. Lean despacio los textos en este último, comprueben lo que hay y lo que falta. Verán a qué me refiero.


Arturo Pérez-Reverte

martes, julio 28, 2009

EL BICHO DE BIBIANA



Tenemos en el Gobierno
a la ministra Bibiana,
prodigio de ser moderno,
lista, valiente y lozana.

Aunque joven, la ministra
ya tiene descubrimientos
que a la ciencia le administra
con sagaces fundamentos.

Vio que en lo gramatical
no es miembro sino que es miembra,
al discurrir, ¡qué genial!
que ella no es hembro, que es hembra.

Su postrer descubrimiento
lo ha logrado en biología,
donde casi es un portento
y ha puesto la ciencia al día.

Alguien micrófono en mano
le preguntó intempestivo:
-¿Es el feto un ser humano?
-¡No señor, es un ser vivo!

¡Olé el saber y la gracia!
¡Loor a su inteligencia!
¡Cómo evita la falacia!
¡Qué agudeza, qué sapiencia!

Mas no quiso precisar
el género ni la especie;
¿es un pez, un calamar,
algún bicho que se precie?

¿Un alienígena verde
con pintas de ser marciano?;
¿un lagarto que hasta muerde?;
¿un bicho que no es humano...?

Ella le deja a la ciencia
clasificar al bichejo
(que de pronto y con prudencia,
¿tendrá aspecto de conejo?)

Poco importa el aclarar
si es un mochuelo o perdiz,
lo que importa es evitar
que se instale en la matriz.



Mientras pide a la genética
el informe respectivo,
deja muy libre a la ética
de cazarlo muerto o vivo.

Y si alguna adolescente
piensa que tiene un bichito,
sin decírselo a su gente
puede darle el finiquito.

Tal como el asunto amaga,
no se trata de abortar:
es evitar que una plaga
se acabe por implantar.

Esto aplaca la conciencia;
tal cosa ya no es matar,
más seguro es que la ciencia,
llame al asunto ¡cazar!

Preguntarán las mujeres
al padre de su embarazo:
¿Un bicho así, tú lo quieres
o lo cazamos al lazo?

La mujer dirá al marido:
te recuerdo que eras bicho;
no me seas presumido;
doña Bibiana lo ha dicho.

Y si no quieres pensar
porque no te dé la gana,
que hasta fuiste calamar,
protesta a doña Bibiana.

Mas si tuviera Bibiana
un ser vivo en su matriz
(un potrillo, una curiana)
¿cazarlo la hará feliz?

Cuando Aído fue un bichito,
sus padres, -los naturales,
lo dejaron tranquilito;
¡qué amor por los animales!

¡Para ministro se nombra
aquí, al más animal;
da lo mismo hombre u hombra,
antropoide o marsupial!



Paco Moreno Doncel

martes, julio 21, 2009

GIBRALTAR ESPAÑOL



La reivindicación de Gibraltar ha sido una constante de la política española desde su pérdida en 1704 hasta nuestros días. La propaganda de una clase política bastante inculta ha tratado de imponer la idea de que reivindicar Gibraltar es algo “franquista”. Falso de toda falsedad: durante tres siglos, todos los gobiernos españoles, de derechas o de izquierdas, monárquicos o republicanos, han defendido la soberanía española. He aquí algunos testimonios:
Francisco Pi y Margall, presidente federalista de la I República: "La patria está encogida porque está cercenada con la exclusión de Gibraltar”. Emilio Castelar, presidente conservador de la I República: “Yo admiro mucho a la nación inglesa. Mas declaro que no puede ser nuestra aliada mientras posea Gibraltar”. Manuel Azaña, presidente del Gobierno de la II República: “Toqué la cuestión del Estrecho haciendo ver la importancia de asegurar su dominio, en caso de guerra. Examiné la cuestión de Gibraltar y dije al Consejo mi propósito de preparar desde el Ministerio de la Guerra los planes necesarios para tener aquel dominio”.

Gibraltar es suelo español desde tiempos de los romanos. La captura británica de la roca fue un simple acto de piratería. Pero, ¿cómo sucedió?
Estamos en 1704. España sufre la Guerra de Sucesión. Carlos II, el último Austria, ha muerto sin descendencia. Los grandes poderes mundiales mueven ficha para que la Corona española quede bajo su área de influencia, porque España ya no es el imperio que fue, pero sigue siendo una potencia descomunal. Por un lado está Francia, que tiene a su favor el testamento real, porque Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, ha sido designado heredero por Carlos II, de quien era sobrino; Francia sueña con una alianza francoespañola que multiplique el poder de los Borbones y frene en seco a Inglaterra. Por otro lado está la coalición del imperio austriaco y de Inglaterra, el primero porque el Archiduque Carlos, igualmente sobrino de Carlos II, había sido designado sucesor con anterioridad, y los ingleses porque, evidentemente, temían la constitución de un bloque francoespañol. Podemos ahorrarnos el cruce de intrigas palaciegas y diplomáticas. El hecho es que en 1702 comienza la guerra; primero una guerra europea, después una guerra española.
En ese contexto de la Guerra de Sucesión, el 3 de agosto de 1704 se presenta ante Gibraltar una flota anglo-holandesa al mando del almirante Rooke. No viene en nombre de Inglaterra, sino del Archiduque Carlos; es decir, no es que los ingleses estén invadiendo España, sino que esa fuerza forma parte de los ejércitos de uno de los aspirantes al trono. La fuerza naval es importante: unos 900 cañones amenazan desde el mar. Las defensas de Gibraltar son exiguas: 80 soldados, un centenar de milicianos sin instrucción y 120 cañones de los que un tercio eran inservibles, al mando del sargento mayor Diego de Salinas. Los ingleses instan a la rendición en nombre del Archiduque. No obstante, como la mayor parte de España, incluido Gibraltar, ya habían prestado obediencia a Felipe V de Borbón, la fortaleza decide resistir. La flota anglo-holandesa bombardea a conciencia el peñón: cinco horas de cañoneo, unos 3.600 disparos. Finalmente la plaza se rinde. Es el 4 de agosto de 1704. Salinas no se rinde a los ingleses, sino a Carlos III de Austria, rey de España.
Pero es entonces cuando los ingleses hacen algo que, en rigor, sólo se puede considerar como un acto de piratería. El almirante Rooke, desobedeciendo las órdenes de su jefe, que es el Príncipe de Hesse Darmstadt, y aparentemente sin instrucciones directas de Londres, decide cambiar las tornas y tomar el peñón para la reina Ana de Inglaterra. Las tropas que habían tomado Gibraltar se entregan al asesinato, la violación y el saqueo. El Santuario de Nuestra Señora de Europa fue ultrajado; las imágenes sagradas, decapitadas. Los civiles, antes que someterse a los ingleses, prefirieron abandonar la ciudad; se refugiaron en la ermita de San Roque, y así nació la ciudad que ahora lleva su nombre. Allí se conservan las llaves de la vieja fortaleza gibraltareña.

Los españoles intentaron recuperar Gibraltar sucesivas veces desde aquel mismo año de 1704. Nunca fue posible. Inglaterra decidió aceptar el regalo del pirata Rooke. Después de todo, los ingleses ambicionaban Gibraltar al menos desde medio siglo antes, cuando Cromwell concibió el plan de tomar el Peñón y convertirlo en base para hacer guerra de corsario contra España. Cromwell no lo logró. Tampoco quienes, antes, habían lanzado sus barcos contra aquella roca española, como el pirata Barbarroja en 1540 o el almirante holandés Heemskerk en 1607. Gibraltar no cayó en una derrota militar, sino en una innoble trampa de trilero.
Como es sabido, el estatuto de Gibraltar se formalizó en 1713 el Tratado de Utrecht, que ponía fin a aquella gran guerra europea en cuyo interior se había librado la Guerra de Sucesión española. Aquel Tratado, en lo concerniente al Peñón, decía así:
“El Rey Católico cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, (...) dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno. Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. (...) Y si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarán al fisco y serán castigados severamente los culpados. (...) Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.”
Aquello era, ciertamente, una borbónica bajada de pantalones, pero sólo hasta cierto punto. Primero, España no aceptaba la legitimidad de la captura inglesa de Gibraltar. Además, la cesión quedaba sometida a numerosas condiciones: la supresión del comercio entre la plaza y el territorio vecino, y el respeto por parte de Inglaterra del culto católico en la plaza. Desde entonces, y va ya para tres siglos, los ingleses han incumplido reiteradamente ya no sólo la legalidad, sino sus propios compromisos.
Tan evidente es que los ingleses no tienen razón, que en la propia Gran Bretaña han abundado los testimonios de gentes muy relevantes a favor de que Gibraltar vuelva a España. El general Sir Robert Gardiner, gobernador de Gibraltar, decía en 1856: “¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?”. John Bright, político liberal británico, denunciaba en 1862: “El Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor”. William C. Atkinson, hispanista escocés, reconocía en 1954: “La toma de Gibraltar en 1704 fue un acto de piratería”. Arnold J. Toynbee, historiador británico, se preguntaba en 1966: “¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land’s End o en las islas del Canal?".
La ONU definió en 1964 el estatuto de Gibraltar como colonia, lo cual debería haber implicado ya su devolución a España. Hoy se dice que en un entorno político como el de la Unión Europea, la reclamación española sobre Gibraltar ya no tiene sentido. En realidad, lo que no tiene sentido es la pervivencia de una colonia inglesa en suelo español. Porque el Peñón es suelo español… robado por un almirante inglés que traicionó la confianza de un pretendiente del trono de España. Gibraltar no puede ser moneda de cambio con ningún otro territorio. Gibraltar es, sencillamente, España.

Una muestra más que deja claro que ZP está destruyendo España poco a poco.

lunes, julio 13, 2009

La izquierda votó en contra del voto femenino en 1.931

El primero de octubre es el aniversario de la aprobación del voto femenino en España, en 1931. Un avance histórico que hoy recordamos quién lo apoyó y quién lo rechazó entonces. Puede haber sorpresas.
Es habitual que se recuerde que el voto femenino fue aprobado en 1931 durante la República, la dorada Segunda República. Lo que no es tan frecuente en este aniversario es que se recuerde quiénes votaron a favor y quiénes votaron en contra del voto de las mujeres.
La izquierda se opone al voto femenino
Tal como recuerdan en NavarraConfidencial.com, si en 1931 se pudo reconocer a las mujeres el derecho al voto, fue a pesar de la actitud de la mayor parte de la izquierda. La izquierda temía que las mujeres fueran más conservadoras y más religiosas que los hombres. Temía especialmente la influencia que la Iglesia Católica pudiera ejercer en el voto femenino. El reconocimiento del derecho a voto de las mujeres, por tanto, quedaba condicionado a que las mujeres votaran a la izquierda.
En el Congreso sólo había tres escaños ocupados por mujeres. De las tres sólo Clara Campoamor, del Partido Radical, defendió el sufragio femenino. Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, se opuso al voto afirmando que “no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República”. Su oposición reflejaba la citada postura de la izquierda. El propio Manuel Azaña ironizó sobre el enfrentamiento verbal entre Victoria Kent y Clara Campoamor, comentando que sólo había dos mujeres en la cámara y ni por casualidad podían ponerse de acuerdo. El diario La Voz, al día siguiente, ampliaba este comentario preguntándose qué pasaría entonces en España cuando hubiera 50 mujeres en la Cámara. El diputado izquierdista Novoa Santos, eminente clínico y patólogo, intentó justificar el voto en contra desde el punto de vista de la ciencia, asegurando que a la mujer no la dominaban la reflexión y el espíritu crítico, sino que se dejaba llevar siempre de la emoción. En ella, según Novoa, el histerismo no era una simple enfermedad, sino la propia estructura de la mujer. El líder del PSOE, Indalecio Prieto, fue uno de los muchos socialistas que votaron en contra. Abandonó el Congreso formando un alboroto y asegurando que “se había dado una puñalada trapera a la República”. Cuando efectivamente la izquierda perdió las elecciones en 1933, la izquierda señaló a Clara Campoamor como culpable, a quien nunca perdonaría.